¿Y si cierro los ojos un segundo?
Y si dejo a un lado las excusas
del tiempo
del espacio...
de tus dudas
de mis cosas
¿Y si cierro los ojos un segundo?
Para bloquear los pero
Para olvidar el porqué
Para perderme en tu perfil oculto,
en tu risa fácil
¿Y si cierro los ojos un segundo?
Y abro el corazón de par en par
domingo, 17 de mayo de 2020
domingo, 3 de mayo de 2020
Feliz día, mamá
Mi madre era casinera y yo nací, como quien dice, en un bar, su
bar, el casino. El casino nunca tuvo nombre, bueno tenía el nombre de la
costumbre, el que le pusieron los clientes, el que le dio el uso, era el casino
de Esperanza. Sí, en serio, a mi padre ni le gustaba ni lo quiso nunca. El
accidente de la mina fue un desastre para él. ¿Imaginan lo que puede suponer
para un hombre de 40 años, padre de cuatro hijas y con la quinta de camino,
perder un ojo, perder el trabajo... casi perder la vida? Esos años yo no
estaba, aparecí después casi como una burla al destino y mis hermanas y madre
poco hablaban de esa época. Lo que sé, lo he dibujado con las pinceladas que le
escuché en las tantas y tantas horas que disfruté junto a mi padre. Se le daban
bien los titulares, los relatos, los detalles... las pausas en la narración.
Era un buen cronista. Hubiera sido un buen periodista, peleón y honrado.
Curioso, hoy coinciden el Día Internacional de la Libertad de Prensa (tan
manoseada y prostituida) y el Día de la Madre, curioso, sin duda.El accidente de la mima fue un
desastre para toda la familia, casi quiebra a un hombre grande, pero también
fue lo que permitió a mi madre cumplir su sueño. Ella, al igual que yo, se
había criado en una tasca, la de Santana, mi abuelo, un patriarca pequeñito que
llevaba a su familia con mano firme (eso dicen, que tampoco le conocí). Mi
madre sentía pasión por dos personas en el mundo su padre y su único hermano,
mi tío Manolo, incluso por delante de su marido y sus hijas ¡Ah! y por mi
primo Gabriel que para ella era como su primer hijo. Y no es que no nos
quisiera, nos quería mogollón porque tenía cariño para dar y regalar, pero
siempre me dio la impresión de que quiso ser otra cosa en lugar de madre y
esposa. Se negó a ser una madre convencional. Era una madre adelantada de su
época, no le gustaba nada ser ama de casa y nos crió en la creencia de que
tenemos que ser independientes y fuertes, como ella era, aunque nos pintáramos
los labios. Le encantaba pintarse los labios de rojo o fuxia, incluso cuando era
mayor. Con su bambito -babi los llamaba ella-, sus medias cortas y enseñando
siempre un poco el encaje de la combinación, iba a sus cosas con los morros
pintados y oliendo a su colonia de Avón. Era una fuerza de la naturaleza. Lo
único que pudo tumbarla fueron los fantasmas de su cabeza...los que se la
llevaron antes de que su cuerpo dejara este mundo.Tampoco fue una esposa de su
época. Era el capitán del barco, la gestora, con una mente prodigiosa para las
matemáticas y un agujero en el centro de la mano. Dicharachera, alegre,
cantarina y siempre dispuesta a echar unas risas o un baile. Era fácil verla
contar fichas de dominó como un jugador profesional o darte una paliza al tute.
Te recitaba una cuenta de memoria y una regla de tres o un porcentaje antes de
que te diera tiempo de coger el lápiz. Le encantaba servir copas de aguardiente
de buena mañana a los estudiantes del instituto, que aprovechaban las puertas
abiertas para ir al casino de Esperanza a desayunar y hacer tertulia. Y cantar
fandanguillos, aunque cantara fatal.Tardé mucho tiempo en
entenderla y cuando lo hice, quizás ya era demasiado tarde para que ella me
entendiera a mí. Esas cosas pasan a veces con las madres y los padres.
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