jueves, 20 de diciembre de 2012

Ajo y agua

Erase una vez una ciudad poblada de crédulos. Tan famosa era la ingenuidad de sus habitantes que unos señores sin alma decidieron hacer su agosto. Desplegaron un catálogo de buenas maneras y mejores intenciones y, como no podía ser de otro modo, consiguieron que les entregaran las llaves de la ciudad. Ya con las llaves en el bolsillo, se deshicieron de la careta y empezaron a actuar con naturalidad, con la naturalidad de los desalmados. Y los habitantes de Credulandia no podían salir de su asombro. Los más optimistas se aferraban al estilo, al espectáculo, a las buenas intenciones explicadas antes del desembarco. Los más críticos, gritaban "os lo dije, os lo dije". Y la gran mayoría asistía con la boca abierta al engaño, a sabiendas de que nada se podía hacer para volver atrás y conscientes de lo mucho que estaba en juego.
Llegó la Navidad a Credulandia, momento de balances en todas las culturas, y con la amenaza del fin del mundo pendiendo sobre sus cabezas, los habitantes risueños de esta ciudad perdieron la sonrisa. En el balance económico, se destapó el desfalco. En el balance social, la desilusión había calado tanto que las calles estaban vacías. En el deportivo, cruzaban el desierto. Y la señora ciega miraba de reojo a más de uno.
"¿Y ahora qué?", se preguntaron en el pleno municipal. "¿Cómo recuperamos lo nuestro, aunque sea nuestro orgullo?", susurraban por los rincones.
Ajo y agua, respondió el viento.

jueves, 6 de diciembre de 2012

¿Qué comemos en Navidad?


Después de unos días para elegir el menú y pensando en Navidad, vuelvo a mi diario gastronómico. Ni el deseo ni el hambre ayudan a digerir ciertas cosas. Y es que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Está claro que esa negación de la realidad tiene mucho que ver con la arrogancia de pensar que nadie puede poner matices a tu idea, o incluso tener mejores ideas que tú. Así las cosas, se llega a una situación real porque existe, pero irreal porque no se ajusta a la realidad. Así se mata la ilusión o se la amordaza tanto que pareciera que está muerta.
En tiempos de crisis, la esperanza de mejora es la única salida. Piénsenlo fríamente. Reflexionen por un segundo qué les hace tirar cuando todo alrededor parece que está en contra de sus necesidades. La palabra es ilusión, confianza en que algo puede cambiar a mejor, creencia ciega en que otros como usted lo han conseguido.
Si con 4.9 millones de parados declarados, los 3.000 millones de la revalorización de las pensiones regalados a la banca, la sanidad pública puesta en pie, la educación pública y de calidad contra las cuerdas y la maleta de muchos de nosotros puesta ya tras la puerta no somos capaces de buscar un atisbo de ilusión para seguir luchando... habrá llegado el momento de echarse a morir.
Si los políticos ahora responsables, otrora responsables o nunca con responsabilidad de decidir, no son capaces de abrir paso en su mente a la luz de alarma real, la que vive la gente de la calle que rebusca en los cajones los céntimos para comprar el pan a fin de mes; si no son capaces de levantarse desnudos de hipocresía y sin chaqueta de ningún color y pensar como personas, igual entonces es verdad que ha llegado el momento de decirles que no representan a nadie y que dejen de hablar en nuestro nombre cuando pisan Europa... y que no sigan construyendo para nosotros un piso en el que no queremos vivir. La abstención lleva décadas avisando de la desidia de unos y del cabreo de otros. Igual ha llegado el momento de no abstenerse de nada salvo de consumir políticos y sus políticas incompetentes.