domingo, 10 de noviembre de 2019

Chacho, felicidades

Te fuiste. Te fuiste y eso no se hace. Te fuiste y me dejaste al cobijo del ala de tu sombrero, lo malo es que el ala de tu mascota siempre fue corta y yo demasiado inquieta, libre. Te fuiste y te llevaste el pegamento, el hilo invisible que unía todas las patas de tu universo. Te llevaste la ironía, la sonrisa que se siente aún con los ojos cerrados, tus consejos a sotto voce, apretando los dientes para que no se te escaparan del todo, para que hiciéramos lo que nos diera la gana sin dejar de cumplir, eso nunca.
Te fuiste y eso no se hace. 
Menos mal que aún me quedan los partidos de fútbol, Gento, el color blanco de los calzones (lo siento Axel no era por tí), los periódicos, Harry, Clint, mi rubio (El Mentalista), Rex, el sabor de las habas cogidas de la mata, el olor a tierra removida, las caballas asadas con cebolla picada y aceite de oliva por encima, la copa de vino, cantar a solas parar espantar el mal, Nerva, el estraperlo con el abuelo, tu Rafael, la noche que dormiste en el calabozo por sacar un muerto de la ribera, tu novia de El Berrocal, tus amigos los "místers" de la mina, tu Pablo y el pan de Portugal, pero sobre todas las cosas no dejar quietas las manos ni la mente... ni el corazón.
Seguro que esta mañana cuando mamá te haya puesto ese cubo de leche manchado de café que te gusta para desayunar no se habrá acordado de felicitarte, no te apures, dentro de un ratito mientras hace cuentas para llegar a fin de mes (que tú de eso no sabes nada) apoyada en el mostrador, se volverá a tu mesa y te dirá "chacho, felicidades". Y tú seguro que levantas los ojos por encima del periódico y le gruñes un poco. Felicidades, papá.

sábado, 9 de noviembre de 2019

Cosas que aprendí contigo I


La vida no es como la vivimos, sino cómo la recordamos para contarla. Gabriel García Márquez


Aún no hay luz. Todo está en silencio. ¡Mierda! ¿Por qué será tan preciso mi reloj interno? Mi cabeza funciona a mil revoluciones antes incluso de que suene la alarma del despertador. Espero. Espero. Espero lo que me parece una hora completa hasta que cojo el teléfono de la mesilla de noche, miro la hora y compruebo sin sorpresa que efectivamente aún no son las siete de la mañana. Es domingo, hoy no sonará la alarma. Cierro de nuevo los ojos,  intento acomodarme para volver a dormir, aunque sé que es imposible una vez que mi cerebro se activa. Me muevo en la cama buscando el frescor de las sábanas y mi pierna choca contra otra pierna. Abro los ojos, ahora definitivamente despierta. ¡Uf! Hay amaneceres que no deberían llegar.
Salgo de la cama lo más silenciosamente que puedo y me encierro en el baño. Recojo la ropa de la noche anterior del salón, me visto y salgo de casa. Necesito aire y café.
No es como si no recordara nada de lo que pasó anoche. Salimos, bebimos, cenamos, bebimos y terminaste en casa y... seguimos bebiendo. No es una novedad. Pero creo haberme propuesto desde hace un tiempo tratar de no escabullirme como un ladrón de mi propia casa por la mañana. La conversación siempre es más incómoda después.

Dos horas más tarde volví a casa. Confieso que con la esperanza de que te hubieras ido. No entiendo ni cómo pude pensar que se cumplirían mis deseos más nimios, tal y cómo iba la semana era seguro que estarías dormido como un tronco en mi cama o, peor aún, tomándote un café como si estuvieras en tu casa. Fue lo segundo.

- Ya pensé que no volverías - directo como siempre...
- Es mi casa. En algún momento tenía que volver.

Lo dije mirándote a los ojos. Bajar la mirada a tu pecho desnudo era demasiada distracción para una persona con los sentidos aún aturdidos por la falta de sueño y el exceso de tequila. En realidad, tu pecho desnudo es una tentación para cualquiera y en cualquier situación.
Solté el bolso sobre la mesa del salón y me puse un café, el tercero de mañana. La cocina olía de maravilla a café recién hecho… a ti.

- ¿Qué vas a hacer hoy?
- Nada en concreto -contesté- Tirarme en el sofá, leer, ordenar el trabajo para mañana... ver alguna serie. Es domingo.
- ¿Nos hacemos una ruta por la sierra? ¿Comemos juntos?- Rodar kilómetros abrazada a ese torso era una tentación difícil de resistir. Después vendrían los malos entendidos, la madre súper protectora, mi casa como si fuera un hotel, las peleas por el espacio sentimental o físico, la vergüenza de que nos vean juntos. No era la primera vez ni sería la última, pero hoy me estaba costando trabajo darle un sí. Me quedé mirando al vacío esperando que la respuesta adecuada subiera a mis labios como por arte de magia. ¡Qué difícil es mediar entre las ganas y el cerebro un domingo por la mañana!
- No sé si merece la pena
- Siempre... contigo siempre merece la pena.

Y así empezó un domingo cualquiera de una semana cualquiera de las muchas en las que ganaron las ganas.

viernes, 1 de noviembre de 2019

Zumo de leche

La elite de Europa bebe zumos con leche vestida de vampiresa sexy en noche de Halloween. Desfila provocadora por la pasarela ambientada de un bar cualquiera de una ciudad española cualquiera. Unos beben marcas blancas hasta agotarse (o ahogarse que para el caso es lo mismo), otros  miran desde sus atalayas idiomáticas cómo los guapos y guapas de turno se deshacen en sonrisas.
Europa te pide notas y nivel de idiomas para poder emborracharte a gusto de alcohol o azúcar en un bar cualquiera de una ciudad cualquiera.
La elite de Europa aprende desde ya que somos un país servicio dispuesto incluso a ceder nuestras costumbres para vender chupitos a medianoche.