Después de unos días para elegir el menú y pensando en Navidad, vuelvo a mi diario gastronómico. Ni el deseo ni el hambre ayudan a digerir ciertas cosas. Y es que no hay peor ciego que el que no quiere
ver. Está claro que esa negación de la realidad tiene mucho que
ver con la arrogancia de pensar que nadie puede poner matices a tu
idea, o incluso tener mejores ideas que tú. Así las cosas, se llega
a una situación real porque existe, pero irreal porque no se ajusta
a la realidad. Así se mata la ilusión o se la amordaza tanto que
pareciera que está muerta.
En tiempos de crisis, la esperanza de
mejora es la única salida. Piénsenlo fríamente. Reflexionen por un
segundo qué les hace tirar cuando todo alrededor parece que está en
contra de sus necesidades. La palabra es ilusión, confianza en que
algo puede cambiar a mejor, creencia ciega en que otros como usted lo
han conseguido.
Si con 4.9 millones de parados
declarados, los 3.000 millones de la revalorización de las pensiones
regalados a la banca, la sanidad pública puesta en pie, la educación
pública y de calidad contra las cuerdas y la maleta de muchos de
nosotros puesta ya tras la puerta no somos capaces de buscar un
atisbo de ilusión para seguir luchando... habrá llegado el momento
de echarse a morir.
Si los políticos ahora responsables,
otrora responsables o nunca con responsabilidad de decidir, no son
capaces de abrir paso en su mente a la luz de alarma real, la que
vive la gente de la calle que rebusca en los cajones los céntimos
para comprar el pan a fin de mes; si no son capaces de levantarse
desnudos de hipocresía y sin chaqueta de ningún color y pensar como
personas, igual entonces es verdad que ha llegado el momento de
decirles que no representan a nadie y que dejen de hablar en nuestro
nombre cuando pisan Europa... y que no sigan construyendo para
nosotros un piso en el que no queremos vivir. La abstención lleva
décadas avisando de la desidia de unos y del cabreo de otros. Igual
ha llegado el momento de no abstenerse de nada salvo de consumir
políticos y sus políticas incompetentes.
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