Hablabas raro, mirabas raro, caminabas raro. Eras nuevo en la clase. Ejercías esa mezcla entre fascinación y reparo que provocan las cosas que no controlas, las personas que no conoces. Bailamos bajo la luz de la luna hasta que Carlos Segarra empezó a equivocarse en la letra. Cumplía 14 años y sólo podía pensar en ojos azules.
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